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CAP. FINAL

EL DUELO FINAL

La noche hacía tiempo que había llegado. Una densa niebla cubría toda la bahía. Bueno… la niebla no, lo que pasa es que Rusto fumaba en abundancia cuando estaba tenso, bueno, cuando no estaba tenso también, ¡vaya, que no se veía un pijo vamos.!.
El caso es que el destino había llevado a G., George, Daimiel, Daza y Serginho a la muerte, a Robusto a vete tu a saber donde, y a Rusto… a Rusto le había llevado hasta El Barreño, la guarida de Los Caballeros del Zodiaco, los causantes de todos sus males.
El Barreño era una siniestra fortificación que antaño había sido un colegio se secundaria. El colegio se cerró porque de pronto, empezaron a desaparecer niñas a diestro y siniestro. Las autoridades no sabían que era de las niñas, y tampoco tuvieron mucho tiempo para buscarlas porque en esa misma época surgió un problema de salud pública, y es que aparecieron por la zona un gran número de cadáveres descuartizados que amenazaban con atraer epidemias. Y claro como estaban ocupados enterrando los cadáveres, pues dejaron pasar lo de las chicas y el tema se enfrió.
El caso es que aquella era ahora su guarida y Rusto estaba decidido a entrar en ella para llevar a acabo su venganza.
Y así lo hizo. Entró en aquel horrendo lugar con paso firme y echó a andar hasta que oyó una voz.
- ¿Qué pasa chulo?.-era Viladry- ¿vienes a que te demos pal pelo eh?, ¿no te moló un duro lo de tus amigos eh?.
- ¡Micagüendios!
Rusto se abalanzó hacia Viladry y sin que este pudiese reaccionar, le asestó un golpe con el puño cerrado en la cabeza, a lo Bud Spencer.
Viladry quedó aturdido.
En ese preciso instante Frentes apareció en escena.
-Viladry, te dije que esperases.
-¡Tío! Me pegarooon.-Y cayó muerto sin remedio.
Ahora sólo quedaban Rusto y Frentes.
- Ambos sabíamos que este momento llegaría-dijo Frentes
- ¡Voy a acabar contigo!.-gritó Rusto.
En ese momento Frentes alzó su mano.
- Espera Rusto, hay algo que debes saber. Yo… yo soy tu padre.
- ¡Eso es mentira!
- Bueno, vale. Es mentira. Era para ver si colaba y para alargar un poco la historia que si no el libro se queda muy corto, pero si no quieres pasamos y a darnos de ostias.
En ese momento Rusto se bajó los pantalones y dejó al descubierto ese peazo mástil de metro y medio que Dios le había dado.
-Prepárate a morir.
Frentes no se inmutó.
- No esta mal, muchacho, no esta mal. Pero observa esto.
Frentes se bajó los pantalones y sacó la polla más grande, más gorda y más morena que jamás había visto nadie.
Tenía apartado de correos propio, un aeropuerto internacional en la punta y un enorme lunar del tamaño de Arizona que le daba un aspecto aún más siniestro.
- Te presento a Lunar. Mi pequeñina. Puede oler tu miedo.
Pero Rusto era demasiado hombre para dejarse amedrentar por aquel cipote, y sin mediar palabra se abalanzó, polla en mano a por Frentes, que rechazó su ataque con una maniobra defensiva.
Rusto atacaba sin cesar intentando encontrar el punto débil de su rival, pero todo parecía inútil. Rusto comprendió que la polla de frentes era más fuerte que la suya y que en un combate largo no tenía ninguna posibilidad. Tenía que hacer algo, y rápido.
En esto, Rusto señaló por encima de la cabeza de Frentes y dijo:
- ¿Qué es eso?
Frentes cayó en la trampa y se dio la vuelta para mirar qué era aquello que había visto Rusto. Pero obviamente no había nada detrás de él, y Rusto aprovechó el momento para asestar un pollazo a Frentes en la espalda tras el cual cayó al suelo.
Con Frentes caído Rusto tenía todas las de ganar. Se preparó para asestar a su rival el golpe de gracia. Pero Rusto había subestimado a su rival. Los Caballeros de Zodiaco se las saben todas, y en una décima de segundo, Frentes introdujo su dedo corazón por el culo de Rusto. Esto le dio tanto asco a nuestro héroe que bajó la guardia y Frentes pudo atizarle en el pecho con Lunar.
Rusto cayó hacia atrás herido de muerte, la lucha había terminado y Frentes era el vencedor.
En el suelo, Rusto agotaba su último aliento. Con los ojos llorosos se preguntó por qué él y sus amigos habían fracasado.
Habían fracasado… porque eran unos putos perdedores.


FIN